Distribución
No nidifica en España. En la Península Ibérica parece comprobado que la última pareja de grullas anidó en 1954 en la hoy desecada laguna de la Janda, en Cádiz (Bernis, 1960a, 1960b) Extinguida como nidificante en las marismas del Guadalquivir a finales del siglo XIX. Citas antiguas de cría en el centro y sur peninsular pueden consultarse en Bernis (1960a).
Distribuida durante el invierno en el suroeste de la Península Ibérica (Alonso y Alonso, 1990; Sánchez et al., 1998) con preferencia en las dehesas. Durante los pasos migratorios se concentra en zonas húmedas situadas en las rutas de viaje, como la laguna de Gallocanta o el embalse de La Sotonera en Aragón. En diciembre de 1999 algunas grullas comunes fueron observadas por vez primera en el siglo XX en las islas Canarias (Fuerteventura). Existen posteriores observaciones en La Graciosa (Martín y Lorenzo, 2001)
Visitar http://www.ecwg.org/Areas/Spain.htm para un listado muy detallado de áreas ocupadas por la Grulla en la península Ibérica
La cantidad de grullas invernantes sólo puede conocerse a través de censos realizados entre mediados de diciembre y primeros días de febrero, único período en el que la actividad migratoria de las grullas es mínima. En 1988 se estimó que el número de áreas habitualmente ocupadas por las grullas durante el invierno era 63 (Alonso y Alonso, 1990), de las que 59 corresponden a territorio español, dos a territorio portugués y otras dos a zonas en las que las grullas comían en un lado de la frontera entre Portugal y España pero dormían al otro lado de la frontera.
La superficie total ocupada por las zonas con grullas en el censo de 1988 superó las 714.000 hectáreas , lo cual supone más del 1,4% de la extensión del territorio español, con una superficie media por localidad de 12.500 hectáreas . El número medio de grullas por área de invernada fue de unas 700 aves, pero la variabilidad entre localidades es elevada.
Las estimas de la población invernante han ido aumentando desde que se realizó la primera estimación mediante una encuesta postal por Bernis (1960; 1966). En la Tabla 1 se muestran los resultados de varios intentos de estimar la cantidad de grullas que en un momento u otro estuvieron presentes en España.
Tabla 1. Estimación del número de grullas comunes invernantes en España.
Año |
Número |
Referencias |
1960 |
10.000 |
(Bernis, 1960; 1966) † |
1980 |
14.721 |
(Fernández-Cruz M. et al., 1981) |
1981 |
17.000 |
(Araújo, 1987; Fernández-Cruz et al., 1987) |
1985 |
31.945 |
(Alonso et al., 1986a; Alonso et al., 1986b) |
1988 |
55.000 |
(Alonso y Alonso, 1988; Alonso et al., 1990) ‡ |
1995 |
65.000 |
(Alonso y Alonso, 1996) |
1998 |
80.000 |
(Sánchez et al., 1998) |
2007 |
151.423 |
(Prieta y del Moral, 2008) |
Se indica el valor mínimo estimado.
Se indica el promedio, debido a que la cantidad se cifró entre 50.000 y 60.000 aves.
El incremento en el número de grullas invernantes no sólo ha producido un incremento en el número de áreas de invernada, ya que zonas clásicas de invernada han aumentado el número de grullas. La zona de Orellana en Extremadura, por ejemplo, es el resultado del crecimiento de dos poblaciones de grullas invernantes que podían a sumar 2000 grullas en conjunto (Pérez-Chiscano y Fernández-Cruz, 1971) y que en 1999 forman una zona de invernada con más de 24000 grullas (Sánchez et al., 1999). La transformación del territorio mediante aclareo de zonas boscosas y la introducción de los regadíos son los principales responsables de ese aumento (Sánchez et al., 1993).
Durante las dos últimas décadas del siglo XX el número de grullas que pasaron el invierno en latitudes cada vez más norteñas fue en aumento (Alonso et al., 1994; Alonso et al., 2000; Alonso et al., 1987; Bautista et al., 1992; Riols, 1987; Salvi et al., 1996). El desplazamiento hacia el norte de la distribución tradicional de invernada ha sido quizás favorecida por el incremento del alimento disponible en estas áreas (Alonso et al., 1994; Bautista et al., 1992; Génard et al., 1992) y la disminución de las actividades cinegéticas (Bautista et al., 1992). Quizás la suavización invernal del clima sea otro factor, junto al aumento del alimento disponible, responsable del incremento de la población invernante de grullas en la península Ibérica (Sánchez et al., 1998).
Existen evidencias obtenidas mediante radiotelemetría (Alonso et al., 2000) que demuestran que los protagonistas de estos cambios de distribución son en parte los individuos jóvenes, ya que son precisamente ellos los que interrumpen la ruta migratoria clásica durante sus primeros años de vida. Algunas de las grullas radiomarcadas que pasan el invierno en España han desplazado su localización hacia el este o hacia el noreste (Alonso et al., 2000), y en ningún caso hacia el sur o el oeste. Estos datos refuerzan las observaciones poblacionales que indican un aumento del área de invernada de las grullas en Europa, que incluye zonas húmedas de Francia, además de los alrededores de la laguna de Gallocanta.